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- Aug 15, 2022
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Biografía Abel Hernández
Guatemala, 22 de junio de 1999, el Hospital Regional del Quiché recibe un varón recién nacido el cual está rebosante de salud, el pequeño no debe pesar más de 3½ kilos. Su padre, don Ángel Hernández, es un hombre común, como el que encontrarías en cualquier calle de cualquier ciudad, es guatemalteco, no tiene más de 48 años, es serio, atlético y reservado, su felicidad es perceptible en el aire que le rodea, al fin y al cabo, ahora puede usar oficialmente el título de “padre”. La señora, María Felipe, madre, es una señora tímida, pero muy querida en su ciudad, pues verán, su bondadoso corazón es cuestión de envidia para algunos. El bebé poseía ya un nombre antes de nacer. Abel… nombre sugerido por su padre, muy religioso, he ahí el porqué del nombre bíblico.
Ahora, ¿Qué les parece si hacemos un salto hacia un par de años más adelante? ¿Sí? ¡Perfecto! Muy bien, entonces. Abel lleva ya 16 años pisando el planeta, se ha convertido en un joven aventurero, leal, respetuoso y un tanto tímido, estando todavía en su primer cuarto de siglo, en la etapa perfecta para encontrar el amor, edad en la que nuestros sentimientos se desarrollan; y se vuelven rebuscados y complejos… muy complejos... Abel, quien está ya descubriendo sus sentimientos, nota algo extraño, su corazón no se decide entre amar al sexo masculino o al femenino, y es que resulta que quiere a los dos por igual. Sus preferencias, sin embargo, le jugarán muy malas pasadas, pues un sin número de veces ha caído de rodillas, flechado por cupido, frente a aquel o aquella de quien gusta. Pero en todas las oportunidades… su amor no ha sido correspondido, estas situaciones han significado noches de tortura a sí mismo, no entiende porque le ven raro o porqué nadie gusta de él, estas experiencias le convierten en un ser de corazón medianamente frío, ha dejado de creer un poco en que el amor existe, se ha convertido en un joven iracundo, a veces ni siquiera el sabe porque esta enojado, simplemente le molesta el mundo, los desamores que ha sufrido le han motivado a aislarse, duda de si confiar nuevamente en sus amigos, temiendo que se burlen si les cuenta, se ha hecho reservado y de piedra, sus padres intentan comprenderle, pero Abel sabe que su padre no aceptaría sus gustos y problemas. Por ello, decide mentirles y decirles que solo es cansancio, que con un poco de sueño se recompondrá, a pesar de que sabe que sin importar cuantas horas duerma, jamás serán suficientes. Todo esto, le lleva a un estado de desánimo y tristeza. Su apariencia se torna lúgubre y sus ojos dejan de ser estrellas y más bien se convierten en hoyos negros, apagados, cansados de observar al mundo ser feliz; a veces, solo a veces, piensa para sí mismo cosas como: “como les habrán contado a sus padres ellos que viven su vida porque pueden expresar sus sentimientos libremente, sin temor al rechazo…”.
Tras unos meses en los que Abel fue más bien un “zombie” que humano, meses de soledad, tristeza y pesimismo, Abel empieza a comprender mejor sus sentimientos, comprende que no es una “etapa” como lo llamarían sus padres, sino que son sus sentimientos en su forma más pura, llega a la conclusión de que es bisexual. Ahora que ya comprende mejor su propio sentir, su vida y ánimos mejoran. Lo que durante meses parecía ser triste, ahora es de lo más divertido, la soledad a la que se vio expuesto se acababa, conseguía cada vez más amigos y su felicidad parecía que no acabaría nunca… pero… la vida real no es un cuento de hadas y eso lo debió aprender a la mala. Toda la felicidad y alegría que llenaban su vida se fueron tan rápido como llegaron, pues un día, un día cualquiera, llega su abuela a buscarle, corriendo y gritando su nombre, - ¡Abel, hijo! - dijo su abuela. - ¡“Abelito”! (como le gustaba llamarle), ¡Algo terrible pasó, tus padres, hijo, un accidente! - Exclamó la anciana. Algo dentro de Abel, ni su corazón ni mente, sino que su alma, sabía que sus padres no volverían… algo dentro de sí ya lo anticipaba, su corazón sentía como sus padres se apagaban y tenían cada vez menos fuerza, cuando sus padres daban cada aliento como si fuera el último… cada vez que una decena de doctores y enfermeros corrían con carros e implementos para traer a la vida a los dos cadáveres. Abel… que ya sabía esa sería la última vez que vería a sus padres, se despidió, besó y tomó de las manos. Juró que sería bueno y lucharía para mejorar el mundo que sus padres dejaban.
Tras el funeral, su tío Gustavo le ofrece llevarle a vivir con él, Gustavo es un hombre de negocios, el dinero le sobra y Abel sabe que irse con el significa que su futuro será bueno, por lo que acepta. Tras unos días empacando y decidiendo que hacer con el hogar de sus padres, tocan su puerta dos investigadores, le dan sus condolencias y le cuentan que el causante del accidente fue un hombre que conducía bajo los efectos de drogas alucinógenas, que escapó del país por lo que no hay probabilidad alguna de que lo detengan, pues la INTERPOL no se interesará en detener a alguien que causó un accidente, pues sería un delito “menor” en comparación a lo que deben enfrentar a diario. Estas noticias desatan la furia de Abel, quien hasta ese momento no había tenido lugar para llorar, gritar y liberarse de la furia que tenía contenida. Lo que alguna vez fue su hogar parecía una zona de guerra, muebles por aquí y por allá, vidrios destrozados, trastes tirados y quien sabe cuántas cosas más destrozó antes de irse al aeropuerto, donde su tío le esperaba. Ambos toman un vuelo a la Ciudad de Guatemala, capital del país, una vez allí, su tío, quien es soltero, le lleva a su apartamento. La habitación de Abel está ya acomodada, solo falta que este ponga sus cosas en los muebles y estará listo.
Durante el transcurso de unos años, tras varias relaciones fallidas, tristezas y alegrías, Abel cumple 21 años, ahora, que es ya un adulto joven, ha encontrado el amor, un hombre, cuyo nombre no es necesario mencionar, comparte los mismos sentimientos que Abel, ambos son tal para cual, tal como la luna necesita de la luz del sol para ser vista, la pareja, felizmente casada, viven tranquilos durante años, al llegar a su 3er aniversario de matrimonio, Abel le prepara una sorpresa a su amado, espera durante horas, los minutos le parecían eternos, pero, sin importar cuanto tiempo pasara a la espera de su amor, este jamás llegó, una vez Abel cayó dormido por el cansancio y la preocupación, golpean la puerta de su departamento, esperaba que fuera su esposo, pero para su sorpresa, encuentra a dos policías los cuales le informan de que su cónyuge, su adorado, su otra mitad, había fallecido en un confuso incidente, un tiroteo, su esposo, que nada tenía que ver, fue solo un inocente que se encontró en medio del fuego, su muerte fue instantánea, un disparo directo a la cabeza, ni siquiera le dio tiempo a reaccionar o a sentir dolor. Se fue de este mundo sin poder dar un último adiós a Abel. Una vez más, Abel recae en una terrible tristeza, siendo lentamente consumido por la rabia y el enojo, por esto, y por los malos recuerdos que le dan aquel lugar que alguna vez llamó hogar, es que se decide a irse del país para vivir en México, donde desea entrar al área de investigación de la policía nacional. Si bien Gustavo le había tomado ya cariño y no quería que se fuera, entendió que, sin importar sus deseos, Abel se iría, asi que le dio dinero, un auto, el cual enviaría a la ciudad donde se establecería, y le regaló los boletos de avión.
Tras unas horas de vuelo y papeleo, Abel se encuentra ya en la Ciudad de México, capital del país con el que comparte nombre. El adulto joven comienza a tramitar sus papeles para entrar a la sección investigadora de la policía lo antes posible, luego de unos meses de vaivén logra entrar, tras otro par de meses más es ascendido a detective, este rango le permite salir por si solo y hacer investigaciones por su cuenta, es ahora que llega el momento de poner en marcha su plan, el plan para el cual se ha esforzado tanto en completar, encontrar y dar justicia al causante de sus desgracias de la juventud, hallar a aquel que asesinó a sus padres. La única pista que sigue es el primer nombre y el auto en el que se cree cruzó a México. Luego de dos semanas sin avances, un hombre le llama y le dice dónde encontrarse. Abel llega al lugar acordado y el hombre, sin identificarse, le da un papel para luego alejarse y mezclarse con la multitud, ¿Qué contiene el papel? Una dirección y una descripción corta, se lee: “Antonio Garcías Cubas 34. Hombre viejo, llega hace 7 años con auto dañado por choque, Eusebio Molina.” Abel, aun sin entender bien, se dirige al lugar esperando encontrar a la “causa” de sus problemas. Toca al timbre, un hombre viejo, de unos 70 años o tal vez más atiende, - ¿Es usted el señor Eusebio Molina? – pregunta Abel calmadamente, pero su interior arde de rabia, cree haber encontrado al hombre que ha buscado durante años, el hombre asintió a la pregunta, entonces, Abel le empuja al interior, fingiendo que lo hace suavemente, se identifica y le explica que busca a un Eusebio Molina, llegado hace más o menos 7 años que puede tener relación con un accidente que dejó dos fallecidos y un huérfano, el hombre asiente, sabe que su hora de pagar ante la justicia ha llegado, asi que pone las manos delante de si, esperando el frío toque de las esposas, pero en lugar de eso, escucha un *click*, sonido característico de cuando un arma es cargada y martillada, abre los ojos solo para descubrir una pistola 9mm apuntándole entre las cejas, el hombre no comprende, pero pregunta, ¿Qué pasa? Abel, ya molesto por quien sabe fuera soberbia, idiotez o simple y realmente sorpresa ante la actitud del hombre, le sienta “amablemente” (le tomó y tiró a un sillón), entonces, le cuenta quien es, a que ha ido y le confiesa que no está allí para llevarle ante un juez, sino que él, Abel, será su juez, jurado y verdugo, y la sentencia que ha tomado ha sido la de darle el mismo destino que sufrieron sus padres 7 años antes. Tanto debe haberse entretenido hablando que le dio tiempo al hombre de tomar una pistola “Glock-17” la cual escondía bajo su sillón, Abel se da cuenta a tiempo y dispara, el viejo, ya herido por Abel, devuelve los tiros, y en cuestión de segundos, el encuentro entre ambos se convierte en un duelo a muerte, tiros iban y venían, el viejo, fuese ya por su edad y su poca visión falla varios tiros, pero la mayoría retumban en los oídos de Abel, este último, repele al viejo, el viejo cae moribundo y falto de aire, dando con sus últimos aires un alarido, similar al que daría un animal al caer muerto, el plan de Abel… ha concluido, ha logrado su cometido, cobró su ansiada venganza, pero… ¿A que costo? Los disparos no debieron ser silenciosos, pues la gente que pasaba por fuera de la casa huyó despavorida, la policía iba ya de camino, por lo que Abel debía decidir si huir o recibir su castigo, por amor a la libertad, huye, dejó su patrulla en el mismo sitio, planto evidencias y se largó a pie, se mezcló con las multitudes y tomó un taxi para que le llevase lo más rápido al aeropuerto, una vez allí, compra el primer boleto a Nuevo México, EE.UU, gracias a las placas de un agente fallecido y un par de contactos, consigue un empleo en el FIB, sus contactos lograron dejarle como que es perseguido por investigar fraudes de políticos importantes en su país y que por ello no puede volver, entra al FIB con un rango por el que cualquier otro tendría que esperar años para obtener, por el momento, se mantiene en el FIB, dedicándose a hacer un poco de todo, se ha convertido en alguien respetado dentro del cuerpo y se espera mucho de él, pero a pesar de todo esto, sus crímenes le perseguirán hasta el fin de sus días, y no hablo de la policía o algún cuerpo investigador, sino que de su conciencia, su conciencia jamás le dejará en paz por asesinar a un hombre al que pudo dejar en prisión a que se pudriera, por romper las leyes que juró defender, por matar al que en algún momento, era un civil indefenso. Su peor enemigo resultará ser él mismo, dejará de confiar inclusive en su propia sombra. Ya veremos que le depara el futuro… Ya veremos… este es el fin… por ahora.
Guatemala, 22 de junio de 1999, el Hospital Regional del Quiché recibe un varón recién nacido el cual está rebosante de salud, el pequeño no debe pesar más de 3½ kilos. Su padre, don Ángel Hernández, es un hombre común, como el que encontrarías en cualquier calle de cualquier ciudad, es guatemalteco, no tiene más de 48 años, es serio, atlético y reservado, su felicidad es perceptible en el aire que le rodea, al fin y al cabo, ahora puede usar oficialmente el título de “padre”. La señora, María Felipe, madre, es una señora tímida, pero muy querida en su ciudad, pues verán, su bondadoso corazón es cuestión de envidia para algunos. El bebé poseía ya un nombre antes de nacer. Abel… nombre sugerido por su padre, muy religioso, he ahí el porqué del nombre bíblico.
Ahora, ¿Qué les parece si hacemos un salto hacia un par de años más adelante? ¿Sí? ¡Perfecto! Muy bien, entonces. Abel lleva ya 16 años pisando el planeta, se ha convertido en un joven aventurero, leal, respetuoso y un tanto tímido, estando todavía en su primer cuarto de siglo, en la etapa perfecta para encontrar el amor, edad en la que nuestros sentimientos se desarrollan; y se vuelven rebuscados y complejos… muy complejos... Abel, quien está ya descubriendo sus sentimientos, nota algo extraño, su corazón no se decide entre amar al sexo masculino o al femenino, y es que resulta que quiere a los dos por igual. Sus preferencias, sin embargo, le jugarán muy malas pasadas, pues un sin número de veces ha caído de rodillas, flechado por cupido, frente a aquel o aquella de quien gusta. Pero en todas las oportunidades… su amor no ha sido correspondido, estas situaciones han significado noches de tortura a sí mismo, no entiende porque le ven raro o porqué nadie gusta de él, estas experiencias le convierten en un ser de corazón medianamente frío, ha dejado de creer un poco en que el amor existe, se ha convertido en un joven iracundo, a veces ni siquiera el sabe porque esta enojado, simplemente le molesta el mundo, los desamores que ha sufrido le han motivado a aislarse, duda de si confiar nuevamente en sus amigos, temiendo que se burlen si les cuenta, se ha hecho reservado y de piedra, sus padres intentan comprenderle, pero Abel sabe que su padre no aceptaría sus gustos y problemas. Por ello, decide mentirles y decirles que solo es cansancio, que con un poco de sueño se recompondrá, a pesar de que sabe que sin importar cuantas horas duerma, jamás serán suficientes. Todo esto, le lleva a un estado de desánimo y tristeza. Su apariencia se torna lúgubre y sus ojos dejan de ser estrellas y más bien se convierten en hoyos negros, apagados, cansados de observar al mundo ser feliz; a veces, solo a veces, piensa para sí mismo cosas como: “como les habrán contado a sus padres ellos que viven su vida porque pueden expresar sus sentimientos libremente, sin temor al rechazo…”.
Tras unos meses en los que Abel fue más bien un “zombie” que humano, meses de soledad, tristeza y pesimismo, Abel empieza a comprender mejor sus sentimientos, comprende que no es una “etapa” como lo llamarían sus padres, sino que son sus sentimientos en su forma más pura, llega a la conclusión de que es bisexual. Ahora que ya comprende mejor su propio sentir, su vida y ánimos mejoran. Lo que durante meses parecía ser triste, ahora es de lo más divertido, la soledad a la que se vio expuesto se acababa, conseguía cada vez más amigos y su felicidad parecía que no acabaría nunca… pero… la vida real no es un cuento de hadas y eso lo debió aprender a la mala. Toda la felicidad y alegría que llenaban su vida se fueron tan rápido como llegaron, pues un día, un día cualquiera, llega su abuela a buscarle, corriendo y gritando su nombre, - ¡Abel, hijo! - dijo su abuela. - ¡“Abelito”! (como le gustaba llamarle), ¡Algo terrible pasó, tus padres, hijo, un accidente! - Exclamó la anciana. Algo dentro de Abel, ni su corazón ni mente, sino que su alma, sabía que sus padres no volverían… algo dentro de sí ya lo anticipaba, su corazón sentía como sus padres se apagaban y tenían cada vez menos fuerza, cuando sus padres daban cada aliento como si fuera el último… cada vez que una decena de doctores y enfermeros corrían con carros e implementos para traer a la vida a los dos cadáveres. Abel… que ya sabía esa sería la última vez que vería a sus padres, se despidió, besó y tomó de las manos. Juró que sería bueno y lucharía para mejorar el mundo que sus padres dejaban.
Tras el funeral, su tío Gustavo le ofrece llevarle a vivir con él, Gustavo es un hombre de negocios, el dinero le sobra y Abel sabe que irse con el significa que su futuro será bueno, por lo que acepta. Tras unos días empacando y decidiendo que hacer con el hogar de sus padres, tocan su puerta dos investigadores, le dan sus condolencias y le cuentan que el causante del accidente fue un hombre que conducía bajo los efectos de drogas alucinógenas, que escapó del país por lo que no hay probabilidad alguna de que lo detengan, pues la INTERPOL no se interesará en detener a alguien que causó un accidente, pues sería un delito “menor” en comparación a lo que deben enfrentar a diario. Estas noticias desatan la furia de Abel, quien hasta ese momento no había tenido lugar para llorar, gritar y liberarse de la furia que tenía contenida. Lo que alguna vez fue su hogar parecía una zona de guerra, muebles por aquí y por allá, vidrios destrozados, trastes tirados y quien sabe cuántas cosas más destrozó antes de irse al aeropuerto, donde su tío le esperaba. Ambos toman un vuelo a la Ciudad de Guatemala, capital del país, una vez allí, su tío, quien es soltero, le lleva a su apartamento. La habitación de Abel está ya acomodada, solo falta que este ponga sus cosas en los muebles y estará listo.
Durante el transcurso de unos años, tras varias relaciones fallidas, tristezas y alegrías, Abel cumple 21 años, ahora, que es ya un adulto joven, ha encontrado el amor, un hombre, cuyo nombre no es necesario mencionar, comparte los mismos sentimientos que Abel, ambos son tal para cual, tal como la luna necesita de la luz del sol para ser vista, la pareja, felizmente casada, viven tranquilos durante años, al llegar a su 3er aniversario de matrimonio, Abel le prepara una sorpresa a su amado, espera durante horas, los minutos le parecían eternos, pero, sin importar cuanto tiempo pasara a la espera de su amor, este jamás llegó, una vez Abel cayó dormido por el cansancio y la preocupación, golpean la puerta de su departamento, esperaba que fuera su esposo, pero para su sorpresa, encuentra a dos policías los cuales le informan de que su cónyuge, su adorado, su otra mitad, había fallecido en un confuso incidente, un tiroteo, su esposo, que nada tenía que ver, fue solo un inocente que se encontró en medio del fuego, su muerte fue instantánea, un disparo directo a la cabeza, ni siquiera le dio tiempo a reaccionar o a sentir dolor. Se fue de este mundo sin poder dar un último adiós a Abel. Una vez más, Abel recae en una terrible tristeza, siendo lentamente consumido por la rabia y el enojo, por esto, y por los malos recuerdos que le dan aquel lugar que alguna vez llamó hogar, es que se decide a irse del país para vivir en México, donde desea entrar al área de investigación de la policía nacional. Si bien Gustavo le había tomado ya cariño y no quería que se fuera, entendió que, sin importar sus deseos, Abel se iría, asi que le dio dinero, un auto, el cual enviaría a la ciudad donde se establecería, y le regaló los boletos de avión.
Tras unas horas de vuelo y papeleo, Abel se encuentra ya en la Ciudad de México, capital del país con el que comparte nombre. El adulto joven comienza a tramitar sus papeles para entrar a la sección investigadora de la policía lo antes posible, luego de unos meses de vaivén logra entrar, tras otro par de meses más es ascendido a detective, este rango le permite salir por si solo y hacer investigaciones por su cuenta, es ahora que llega el momento de poner en marcha su plan, el plan para el cual se ha esforzado tanto en completar, encontrar y dar justicia al causante de sus desgracias de la juventud, hallar a aquel que asesinó a sus padres. La única pista que sigue es el primer nombre y el auto en el que se cree cruzó a México. Luego de dos semanas sin avances, un hombre le llama y le dice dónde encontrarse. Abel llega al lugar acordado y el hombre, sin identificarse, le da un papel para luego alejarse y mezclarse con la multitud, ¿Qué contiene el papel? Una dirección y una descripción corta, se lee: “Antonio Garcías Cubas 34. Hombre viejo, llega hace 7 años con auto dañado por choque, Eusebio Molina.” Abel, aun sin entender bien, se dirige al lugar esperando encontrar a la “causa” de sus problemas. Toca al timbre, un hombre viejo, de unos 70 años o tal vez más atiende, - ¿Es usted el señor Eusebio Molina? – pregunta Abel calmadamente, pero su interior arde de rabia, cree haber encontrado al hombre que ha buscado durante años, el hombre asintió a la pregunta, entonces, Abel le empuja al interior, fingiendo que lo hace suavemente, se identifica y le explica que busca a un Eusebio Molina, llegado hace más o menos 7 años que puede tener relación con un accidente que dejó dos fallecidos y un huérfano, el hombre asiente, sabe que su hora de pagar ante la justicia ha llegado, asi que pone las manos delante de si, esperando el frío toque de las esposas, pero en lugar de eso, escucha un *click*, sonido característico de cuando un arma es cargada y martillada, abre los ojos solo para descubrir una pistola 9mm apuntándole entre las cejas, el hombre no comprende, pero pregunta, ¿Qué pasa? Abel, ya molesto por quien sabe fuera soberbia, idiotez o simple y realmente sorpresa ante la actitud del hombre, le sienta “amablemente” (le tomó y tiró a un sillón), entonces, le cuenta quien es, a que ha ido y le confiesa que no está allí para llevarle ante un juez, sino que él, Abel, será su juez, jurado y verdugo, y la sentencia que ha tomado ha sido la de darle el mismo destino que sufrieron sus padres 7 años antes. Tanto debe haberse entretenido hablando que le dio tiempo al hombre de tomar una pistola “Glock-17” la cual escondía bajo su sillón, Abel se da cuenta a tiempo y dispara, el viejo, ya herido por Abel, devuelve los tiros, y en cuestión de segundos, el encuentro entre ambos se convierte en un duelo a muerte, tiros iban y venían, el viejo, fuese ya por su edad y su poca visión falla varios tiros, pero la mayoría retumban en los oídos de Abel, este último, repele al viejo, el viejo cae moribundo y falto de aire, dando con sus últimos aires un alarido, similar al que daría un animal al caer muerto, el plan de Abel… ha concluido, ha logrado su cometido, cobró su ansiada venganza, pero… ¿A que costo? Los disparos no debieron ser silenciosos, pues la gente que pasaba por fuera de la casa huyó despavorida, la policía iba ya de camino, por lo que Abel debía decidir si huir o recibir su castigo, por amor a la libertad, huye, dejó su patrulla en el mismo sitio, planto evidencias y se largó a pie, se mezcló con las multitudes y tomó un taxi para que le llevase lo más rápido al aeropuerto, una vez allí, compra el primer boleto a Nuevo México, EE.UU, gracias a las placas de un agente fallecido y un par de contactos, consigue un empleo en el FIB, sus contactos lograron dejarle como que es perseguido por investigar fraudes de políticos importantes en su país y que por ello no puede volver, entra al FIB con un rango por el que cualquier otro tendría que esperar años para obtener, por el momento, se mantiene en el FIB, dedicándose a hacer un poco de todo, se ha convertido en alguien respetado dentro del cuerpo y se espera mucho de él, pero a pesar de todo esto, sus crímenes le perseguirán hasta el fin de sus días, y no hablo de la policía o algún cuerpo investigador, sino que de su conciencia, su conciencia jamás le dejará en paz por asesinar a un hombre al que pudo dejar en prisión a que se pudriera, por romper las leyes que juró defender, por matar al que en algún momento, era un civil indefenso. Su peor enemigo resultará ser él mismo, dejará de confiar inclusive en su propia sombra. Ya veremos que le depara el futuro… Ya veremos… este es el fin… por ahora.