LA VIDA DE SERGIO LYON
El 10 de septiembre del 1995, en el estado de Massachusetts, en la ciudad de Boston nació Sergio Lyon. Desde muy pequeño vivió todo tipo de violencia, su barrio estaba marcado por las bandas callejeras que se enfrentaban día sí, y día también para conseguir el control de los negocios de droga y mercadeo de piezas de vehículos robados.
Provenía de una familia humilde, su infancia transcurrió entre casa de los vecinos y la casa de su abuela materna, Dorothy. Sus padres se conocieron en California, durante una estancia por trabajo de su padre. Al poco tiempo se trasladaron a vivir a Boston, al barrio Charlestown y en apenas dos meses Adele se quedó embarazada, algo que la pareja no tenía previsto de forma tan prematura, lo cual, todos los planes que se habían imaginado cambiaron drásticamente. Al poco de nacer Sergio, comenzaron a surgir los problemas, su padre, Andrew Lyon, apenas estaba en casa por su trabajo, siempre estaba con el camión de ruta y cuando llegaba a casa se pasaba más tiempo en el bar, que compartiendo algo de tiempo con la familia. El dinero del trabajo del padre, apenas llegaba a final de mes, su ocupación cada vez que estaba en casa era pasar tiempo delante de las máquinas tragaperras, el póker o la ruleta.
Su madre, Adele Houston, tenía que trabajar duras jornadas, pidiendo trabajos casa por casa, le valía cualquier ocupación, desde limpiar alguna escalera hasta coser ropa de la gente del barrio, o algunos otros trabajos que nadie conocía, para mantener al menos la casa y pagar las deudas que iba dejando Andrew, cuidar de Sergio, un niño que al nacer de manera prematura necesitaba una atención especial, todo el peso y la responsabilidad caía en su madre. Una mujer que, aunque era joven, la situación personal que vivía en el hogar le marcaba tanto que, en pocos meses se había echado encima 10 años. A los tres meses de edad, Sergio tuvo que ser ingresado.
La situación que vivía la madre hizo que no pudiera tomar el pecho y estaba alimentado solo a base de biberones, en ocasiones apenas llegaba a dos al día, esta situación de desnutrición hizo que tuviera que estar ingresado en varias ocasiones. Sobrevivía gracias a la ayuda que le ofrecían en el hospital y por la familia para la que trabajaba la madre. A los 10 meses su abuela Dorothy, madre de Andrew Lyon se acercaba a menudo por casa para cuidar de Sergio mientras la madre estaba fuera trabajando. Dorothy sabía lo duro que era para Adele esa situación, la veía como un reflejo de lo que fue su vida con el padre de Andrew. A pesar de todo, ambas no conseguían entenderse. Adele llevaba comida para Sergio trataba de ayudan todo cuando podía, al menos en la alimentación del niño. Con diez meses Sergio ya debía de comenzar a gatear y estar más vivo, como los otros niños del barrio, pero apenas pasaba tiempo despierto, estaba siempre somnoliento. Adele le planteó en alguna ocasión a Dorothy pedir ayuda a los servicios sociales, para que económicamente le echasen un cable, no podían seguir así, pero siempre terminaban a la gresca. Dorothy sabía que si se conocía fuera la situación que vivían, es posible que se llevasen al pequeño y nunca más regresase. Ya en su primer cumpleaños el padre estuvo ausente, prometió que llegaría para la hora de comer, pero
pasaron tres días cuando entró por la puerta de casa. En aquel momento Adele cogió una maleta con un poco de ropa y se marchó, nadie sabía dónde se había ido.
Poco después conocieron que se había refugiado en casa de su hermana. Necesitaba desconectar y, además, de esta manera creía que este escarmiento podría ser suficiente para que Andrew cambiase. A los dos días de la marcha de Adele, Andrew tenía que volver a salir, avisó a su madre y apenas esperó a que llegase, a primera hora de ese lunes se marchó dejando a Sergio solo con apenas un año. Cuando Adele llegó a casa se encontró al pequeño con el pañal de varios días y llorando sin consuelo, desde aquel momento supo que no podría alejarse demasiado, ese pequeño necesitaba de ella. Recogió algo de ropa, pañales, lo abrigó y se lo llevo a su casa. Esta situación se mantuvo al menos por cuatro meses más, en el mes de enero un día llamaron a la puerta y se encontró con Adele al otro lado. Había regresado, tras pasar las navidades lejos de Sergio, decidió que no podía que seguir así, alejada de su hijo de apenas año y medio. Dorothy y ella tuvieron un fuerte enfrentamiento, la discusión no llego a mayores, pero ambas se faltaron el respeto. Finalmente, Dorothy dejó pasar a Adele a casa y a la mañana siguiente madre e hijo regresaron a casa.
El regreso de Andrew a las tres semanas no fue menos tenso que el encuentre en suegra y nuera, en esta ocasión acabo con un fuerte empujón por parte de Andrew a Adele. Ella se tropezó y casi cae encima del pequeño Sergio. Andrew apenas se inmutó, cogió la puerta y se marchó. La vida de Sergio con apenas dos años ya parecía que iba a ser dura. La madre decidió que su hijo no presenciaría más situaciones similares a la de aquella noche. Iba a comenzar a llevar lejos de su casa a su hijo cuando Andrew estuviera en casa.
Sergio se pasó desde los dos años hasta los tres pasando temporadas en casa de su vecina Dolores Méndez. Dolores era una señora de mediana edad, tenía unos 52 años y se dedicaba a vender en el mercado ambulante semanal. El resto de los días que no tenía mercado, prestaba servicios de peluquería en su casa. Adele dejaba a Sergio la mayoría de los días que estaba Andrew de regreso, en casa de Dolores. Esta situación tenia a Adele muy enojada, sentía gran frustración ya que esa no era la vida que ella había imaginado. A los cuatro años Sergio aprendió el camino a casa de su abuela donde acudía a refugiarse cuando Dolores no se encontraba en casa o estaba ocupada. Allí Sergio fue donde realmente conoció lo que un niño de su edad tenía que vivir, le daba muestras de cariño y un buen plato caliente de comida para matar el silencio de las tripas rugiendo por un poco de alimento, y a veces por su cumpleaños o por fiestas importantes podía desenvolver algún modesto regalo que le hacía sacar una sonrisa.
Era un niño alto, aunque muy delgado y flacucho. De pelo rojizo y ojos marrones. Su pelo lo utilizaba para tapar parte de su cara, era tímido y no le gustaba mirar a los ojos, aunque con su abuela, siempre trataba de mostrarse feliz, aunque su ceño fruncido y su triste mirada no conseguían engañarla. A los cinco años comenzó la escuela, desde bien pequeño, sus profesores del colegio público del barrio de Charlestown enviaban notas a casa por los progresos importantes que hacia trimestre a trimestre. A los seis años ya le enviaron un comunicado destacando sus buenas aptitudes en clase, era muy inteligente y avispado. Todo fue gracias al apoyo y respaldo de la abuela, también
Dolores ayudaba en muchas ocasiones con las asignaturas de números, era muy rápida con las cuentas. Estas dos mujeres pusieron gran empeño para que no fuera un chico más del barrio, no querían que fuese como la mayoría de los chicos que habían conocido en el barrio, no tenía que acabar en la cárcel o peor aún, muerto por culpa de un ajuste de cuentas o cualquier pelea entre bandas.
La situación entre sus padres no mejoró, la madre pasaba la mayor parte del tiempo trabajando y cuando el padre regresaba apenas podía salir de casa, el padre pagaba sus malos hábitos la regresar a casa con ella. Finalmente, al cumplir Sergio los siete años, su madre tomó una decisión, iba a desaparecer, no quería seguir con esa vida. La situación límite con las agresiones, malos tratos, infidelidades, del derroche y los problemas económicos, de las ausencias, de las broncas y los enfados... se marchó dejando atrás su matrimonio, incluyendo su hijo. Esa ausencia inesperada le fue ocultada a Sergio ya que por su temprana edad ni su abuela ni Dolores querían hacerle creer que iba a ser un niño abandonado. Le explicaron que su madre tuvo que irse porque le salió un trabajo muy importante que les iba a devolver la felicidad, pero la realidad era que regresó con su hermana a California. Sergio se quedó residiendo con su abuela y su padre, aunque como siempre había sucedido, las ausencias estaban muy presentes.
Durante los primeros años viviendo con su abuela acudía con frecuencia a clase, era un chico listo e inteligente. A los nueve años, una noche recibieron una llamada, su padre había sido encontrado tendido en el suelo a la salida de un bar que frecuentaba a las afueras de la ciudad. La noticia le impactó, pero se la podía esperar, era algo que siempre pensaba. Su infancia había estado marcada por los malos hábitos de su padre e inevitablemente sabía que podía suceder. Para su abuela fue un duro golpe, había perdido a su hijo igual que a su marido. Esto hizo que Sergio tuviera que asumir ciertas responsabilidades que no le correspondían por su edad. El dinero cada vez era más escaso y comenzó a buscar negocios que pudieran ayudarle a llevar algo de comida a casa.
Con diez años ya comenzó a ser más rebelde en clase, a pesar de las conversaciones que tenía con Dolores. Poco a poco fue alejándose de Dolores, cada vez la visitaba menos porque no quería escuchar sus regañinas. Ella sentía que tenia que educarle y le daba sermones para tratar de que no cayera en lo mismo que todos los chicos. Sabía por propia experiencia como solía acabar. Un día, estando en su casa, el vio su cartera, y sin pensarlo dos veces, la abrió en un descuido y cogió 20 dólares. Podía haber invertido ese dinero en comprar comida para casa, sabia de las necesidades de su abuela, pero se acercó a una tienda cerca del colegio y compró la gorra que llevaba viendo en el escaparate día tras día de regreso del colegio. Dolores llamó a Adele y le contó lo sucedido, cuando regresó a casa estaban las dos sentadas en la cocina. Sergio se volvió loco, empujó a Dolores y le echó de casa afirmando que eso que había contado era una gran mentira. Desde entonces nunca más regresó a su casa. Ella desde la distancia trataba de protegerlo, pero sabía que eso podía ser por poco tiempo, no siempre podría ayudarle como ella deseaba.
A los doce años su cuerpo desarrolló y dejó de ser ese niño flacucho que iba con la cabeza baja y mirada triste. En un terreno que había frente a la casa de su abuela, solía matar la rabia haciendo ejercicio con lo que pillaba, por allí se acercaron un día Tyson y
Bill, dos chicos del barrio dos años mayor que él. Con ellos comenzó a compartir ratos y problemas, entre los tres trataron de encontrar solución a sus problemas económicos. Bill y Tyson iban en bicicleta, Sergio se montaba con uno de ellos y así podían llegar a los barrios cercanos. En sus visitas solían hacerse con piezas que encontraban y vendían en su barrio. Al cabo de los meses, ya sabían cómo hacerse con una moto para llevársela en apenas 2 minutos. En un local abandonado que encontraron a 3 mazanas de la vivienda de la abuela de Sergio, solían dejar las piezas y reunirse para venderlas.
Con trece años, el director del colegio tuvo que tomar cartas en el asunto. Sergio apenas acudía a clase, y cuando lo hacia la mayoría de la ocasión terminaba enfrentándose a algún compañero. La abuela sabía que no podía hacer mucho más que hablar con él. Le respetaba, pero eso no era suficiente para hacer cambiar de actitud. Él vivía enfadado, enfadado por la vida que le había tocado vivir y por eso mismo, trataba de luchar para cambiarla.
A los quince años ya había dejado el instituto definitivamente, y los asaltos a vehículos eran cada vez más frecuentes, ya no solo necesitaba el dinero para comer y mantener la vivienda de su abuela, ahora ella estaba enferma y necesitaba cubrir su medicación. Un día se les presentó la oportunidad de robar un coche de alta gama, estaba situado cerca de donde solían moverse, apenas necesitaban 10 minutos para llegar al local y esconderse, pero en esta ocasión se vieron sorprendidos por la policía, alguien dio el aviso y no consiguieron escapar. Bill falleció tras el segundo disparo cuando le dieron el alto, Tyson y él, decidieron parar al ver que su amigo no reaccionaba a sus llamadas de aliento. Este hecho le dejo encerrado en un centro de menores durante cuatro años, a los tres meses de estar encerrado, su abuela falleció.
En este momento el chico de mirada triste, decidió que nunca más volvería a sufrir por nadie más. Se volvió frio, taciturno, distante y sobretodo, desconfiado. Aunque era amable en las distancias cortas, no solía confiarse demasiado, siempre estaba observando todo cuanto tenía a su alrededor.
Durante los años que permaneció en el centro hizo que su físico fuese aún más corpulento. Su 1,80 de altura y sus 95 kilos, hicieron que pudiera sobrevivir los cuatro años sin muchos problemas con los demás chicos del centro. Frecuentemente acudía a coger libros de mecánica a la biblioteca, su pasión por el motor, los nuevos vehículos y su tecnología, hizo que su interés por aprender fuese en aumento.
Con diecisiete años ya parecía todo un adulto, por su comportamiento y actitud, la mayoría de los chicos eran más pequeños que él, tanto en físico como en madurez. No quería que los años allí se multiplicasen, ya le habían sumado 6 meses a la pena que ya tenía. Una pelea que terminó con el otro chico con 12 puntos en la boca y el brazo escayolado había sido la causante. ¿El motivo? Él no lo tenia muy claro, solo escucho algo que, hacía referencia a su madre, y se echó encima de él, no pudo frenarse.
A los diecinueve quedo en libertad, sin tener muy claro a donde ir, finalmente acudió a casa de su abuela. Desde luego, no estaba como la había dejado, pero al menos, tenía donde alojarse hasta decidir qué hacer con su futuro. Durante los años que estuvo fuera el barrio había cambiado notablemente. Habían convertido el terreno que tenía
enfrente de su casa en un parque que reunía a nuevas bandas de chicos que mostraban su pasión por el rap todas las tardes.
Finalmente decidió que aquel seria su lugar hasta tener una profesión que le permitiera tener una vida mejor, quería llegar a conseguir todo lo que la vida le había privado durante los años pasados. Comenzó a frecuentar locales cercanos para sacarse unos dólares como ayudante en la profesión que fuera. Estuvo trabajando desde camarero hasta repartidor de prensa. Odiaba su trabajo como camarero, detestaba ver a borrachos como su padre, era un recuerdo que no quería tener presente.
En uno de los repartos se encontró con la hermana de Tyson, Jacky le contó que su hermano había salido de prisión. Tyson, al ser mayor que él, apenas estuvo unos meses en otro Centro y lo trasladaron a la cárcel. Al salir comenzó a trabajar en una panadería cercana. Fueron juntos a visitarlo. Ver a Tyson fue como sentirse de nuevo en casa. Sabía que podía contar con él. Sergio le contó los años que había pasado encerrados y el fallecimiento de su abuela, Tyson sabia lo importante que era para él y le mostró su afecto. También le contó sobre sus planes, quería poner en práctica los conocimientos que había aprendido en el centro y estaba interesado en formarse como mecánico profesional. Tyson le abrió las puertas a las carreras ilegales, podía acompañarle a las carreras y así tener acceso a los chicos de la ciudad del mundo del motor, poco a poco podría abrirse un hueco y encontrar con quien comenzar a trabajar.
Dos semanas después de su encuentro, tenían su primera carrera callejera. Tyson acudía para sacarse un dinero extra y Sergio para además de acompañar a su amigo, hacer conocidos que pudieran ayudarle en su futuro.
Durante un año, Sergio acudía todos los findes últimos de mes a las carreras que organizaban y donde Tyson competía. Solo en dos ocasiones consiguió llegar de los tres primeros a meta, pero aun así se sentía satisfecho, era feliz compitiendo. La última semana conoció a Tom, un hombre algo mayor que acudía con su moto y una caja de herramientas a cubrir los últimos retoques y puestas a punto que pudiesen surgir, así se sacaba un extra, pero sobretodo le servía para cuidar a sus clientes. Sergio consiguió que le diese una cita, un día acudiría a su taller y tendría oportunidad de mostrar sus conocimientos. Si conseguía pasar las pruebas que Tom pusiera, estaba fichado. Tom quería alguien que pudiera ayudarle, necesitaba cubrir el aumento de clientes que habían surgido tras las competiciones ilegales.
Sergio era un apasionado de los coches asiáticos, sobretodo de los vehículos japoneses. Su trabajo le brindaba la oportunidad de probarlos y le encantaba la sensación de ir a toda velocidad por carreteras vacías, esa adrenalina le hacía sentir vivo. En los diez meses siguientes pudo ahorrar lo suficiente para hacerse con el coche de sus sueños, un Honda Civic Type-r EK9.
Durante dos años Sergio fue la mano derecha de Tom, juntos consiguieron hacerse con el negocio del barrio, siempre surgían nuevos talleres, pero ellos eran los únicos que daban soporte durante las carreras. Sergio se encargaba de acompañar a Tyson y aprovechaba para trabajar. Tom ya confiaba tanto en Sergio que le propuso ser socio, él pronto se jubilaría y no quería dejar su local en manos de alguien desconocido.
Durante estos años, Sergio apenas salía, se dedicaba a trabajar, aprender y en algunas ocasiones compartir escapadas con Tyson, pero no tenía mucha relación con los chicos del barrio. No necesitaba a nadie más que a él mismo para sentirse en paz. A los veinticuatro años, era un chico solitario, su vida y vivencias le habían hecho ser como era, desconfiado y distante con aquellos que llegaban nuevos a su vida. A pesar de todo, estaba en un momento estable, trabajaba en lo que siempre había soñado, ya no tenía miedos ni pesadillas como en los años de adolescente.
Durante los meses de invierno, las carreras estaban muy limitadas, el clima frio, las lluvias y nevadas no permitían que se celebrasen con normalidad. Aquel domingo de enero estaba prevista la primera carrera del año, había una gran suma de dinero en juego. Tyson tenía muchas ganas de acudir, pero había estado lloviendo todo el fin de semana y el asfalto húmedo hacía que las carreras fuesen peligrosas, finalmente la carrera se había aplazado ya que otros dos competidores se habían echado atrás. Sergio y Tyson estuvieron charlando por la tarde sobre el aplazamiento de la carrera, y Sergio se quedó en casa como hacía las veces que Tyson no competía. A las 4 de la madrugada sonó el teléfono, escuchó como Tom le avisaba de lo que había ocurrido en la Avenida principal del Norte. El coche que conducía Tyson, salió patinando por el asfalto hasta dar contra una torre de alta tensión. El choque acabó con la vida de Tyson al instante.
Sergio no pudo reaccionar, no pudo hacer nada por su amigo. Esto le había marcado más que nada anterior, en él tenía su confidente y nadie le podría aconsejar y acompañar nunca más como lo había hecho él. Por primera vez en su vida, decidió que no haría frente a esta situación, se fue a la primera licorería de la calle y compró cuatro botellas de Jack Daniel's, esta acción la repitió por los dos siguientes meses, no respondía a las llamadas de Tom, no abría la puerta, solo bebía y dormía. Un día, Tom no pudo más y decidió que tenía que entrar en su casa, después de estar más de una hora llamando a la puerta, rompió el cristal de la puerta de atrás y entró. Se lo encontró tirado en el suelo, entre botellas y basura, algún vómito de hace días también pudo ver. El olor era imposible de soportar. Decidió meterlo en la ducha, despertarlo y llevárselo a casa. Después de una semana Sergio comenzó a ser persona, estaba más despierto, aún apagado, pero al menos, despierto y consciente, ya era más de lo que había sido durante los últimos meses. Con apenas veinticinco años, Sergio había sufrido lo suficiente como para saber que tenía que salir de donde había sufrido tanto.
Después de varios meses viviendo con Tom y tras varias charlas, decidió que iba abandonar la Ciudad. Le traía demasiados recuerdos que ya no podía seguir soportando, su abuela aún estaba muy presente, la reciente perdida de Tyson, el trágico fallecimiento de Bill, su padre… y su aún ausente madre… le perturbaban y ya no tenía la paz que tanto trabajo le había costado conseguir.
Actualmente, a sus veintiséis años, reside en Vespucci, barrio de San Andreas ubicado en el distrito oeste de la ciudad. Cuando llegó hace un año, con el dinero que tenía ahorrada y lo que había conseguido por la venta de la casa de su abuela, se había comprado una grúa con la que conseguía sacarse un dinero que le permitiese vivir dignamente ayudando a los vehículos que tuvieran urgencias o apuros... luchaba por
conseguir algo de dinero con el que abrir su propio taller... comenzar una nueva vida era su mayor deseo, lejos de donde había sufrido tanto.
El 10 de septiembre del 1995, en el estado de Massachusetts, en la ciudad de Boston nació Sergio Lyon. Desde muy pequeño vivió todo tipo de violencia, su barrio estaba marcado por las bandas callejeras que se enfrentaban día sí, y día también para conseguir el control de los negocios de droga y mercadeo de piezas de vehículos robados.
Provenía de una familia humilde, su infancia transcurrió entre casa de los vecinos y la casa de su abuela materna, Dorothy. Sus padres se conocieron en California, durante una estancia por trabajo de su padre. Al poco tiempo se trasladaron a vivir a Boston, al barrio Charlestown y en apenas dos meses Adele se quedó embarazada, algo que la pareja no tenía previsto de forma tan prematura, lo cual, todos los planes que se habían imaginado cambiaron drásticamente. Al poco de nacer Sergio, comenzaron a surgir los problemas, su padre, Andrew Lyon, apenas estaba en casa por su trabajo, siempre estaba con el camión de ruta y cuando llegaba a casa se pasaba más tiempo en el bar, que compartiendo algo de tiempo con la familia. El dinero del trabajo del padre, apenas llegaba a final de mes, su ocupación cada vez que estaba en casa era pasar tiempo delante de las máquinas tragaperras, el póker o la ruleta.
Su madre, Adele Houston, tenía que trabajar duras jornadas, pidiendo trabajos casa por casa, le valía cualquier ocupación, desde limpiar alguna escalera hasta coser ropa de la gente del barrio, o algunos otros trabajos que nadie conocía, para mantener al menos la casa y pagar las deudas que iba dejando Andrew, cuidar de Sergio, un niño que al nacer de manera prematura necesitaba una atención especial, todo el peso y la responsabilidad caía en su madre. Una mujer que, aunque era joven, la situación personal que vivía en el hogar le marcaba tanto que, en pocos meses se había echado encima 10 años. A los tres meses de edad, Sergio tuvo que ser ingresado.
La situación que vivía la madre hizo que no pudiera tomar el pecho y estaba alimentado solo a base de biberones, en ocasiones apenas llegaba a dos al día, esta situación de desnutrición hizo que tuviera que estar ingresado en varias ocasiones. Sobrevivía gracias a la ayuda que le ofrecían en el hospital y por la familia para la que trabajaba la madre. A los 10 meses su abuela Dorothy, madre de Andrew Lyon se acercaba a menudo por casa para cuidar de Sergio mientras la madre estaba fuera trabajando. Dorothy sabía lo duro que era para Adele esa situación, la veía como un reflejo de lo que fue su vida con el padre de Andrew. A pesar de todo, ambas no conseguían entenderse. Adele llevaba comida para Sergio trataba de ayudan todo cuando podía, al menos en la alimentación del niño. Con diez meses Sergio ya debía de comenzar a gatear y estar más vivo, como los otros niños del barrio, pero apenas pasaba tiempo despierto, estaba siempre somnoliento. Adele le planteó en alguna ocasión a Dorothy pedir ayuda a los servicios sociales, para que económicamente le echasen un cable, no podían seguir así, pero siempre terminaban a la gresca. Dorothy sabía que si se conocía fuera la situación que vivían, es posible que se llevasen al pequeño y nunca más regresase. Ya en su primer cumpleaños el padre estuvo ausente, prometió que llegaría para la hora de comer, pero
pasaron tres días cuando entró por la puerta de casa. En aquel momento Adele cogió una maleta con un poco de ropa y se marchó, nadie sabía dónde se había ido.
Poco después conocieron que se había refugiado en casa de su hermana. Necesitaba desconectar y, además, de esta manera creía que este escarmiento podría ser suficiente para que Andrew cambiase. A los dos días de la marcha de Adele, Andrew tenía que volver a salir, avisó a su madre y apenas esperó a que llegase, a primera hora de ese lunes se marchó dejando a Sergio solo con apenas un año. Cuando Adele llegó a casa se encontró al pequeño con el pañal de varios días y llorando sin consuelo, desde aquel momento supo que no podría alejarse demasiado, ese pequeño necesitaba de ella. Recogió algo de ropa, pañales, lo abrigó y se lo llevo a su casa. Esta situación se mantuvo al menos por cuatro meses más, en el mes de enero un día llamaron a la puerta y se encontró con Adele al otro lado. Había regresado, tras pasar las navidades lejos de Sergio, decidió que no podía que seguir así, alejada de su hijo de apenas año y medio. Dorothy y ella tuvieron un fuerte enfrentamiento, la discusión no llego a mayores, pero ambas se faltaron el respeto. Finalmente, Dorothy dejó pasar a Adele a casa y a la mañana siguiente madre e hijo regresaron a casa.
El regreso de Andrew a las tres semanas no fue menos tenso que el encuentre en suegra y nuera, en esta ocasión acabo con un fuerte empujón por parte de Andrew a Adele. Ella se tropezó y casi cae encima del pequeño Sergio. Andrew apenas se inmutó, cogió la puerta y se marchó. La vida de Sergio con apenas dos años ya parecía que iba a ser dura. La madre decidió que su hijo no presenciaría más situaciones similares a la de aquella noche. Iba a comenzar a llevar lejos de su casa a su hijo cuando Andrew estuviera en casa.
Sergio se pasó desde los dos años hasta los tres pasando temporadas en casa de su vecina Dolores Méndez. Dolores era una señora de mediana edad, tenía unos 52 años y se dedicaba a vender en el mercado ambulante semanal. El resto de los días que no tenía mercado, prestaba servicios de peluquería en su casa. Adele dejaba a Sergio la mayoría de los días que estaba Andrew de regreso, en casa de Dolores. Esta situación tenia a Adele muy enojada, sentía gran frustración ya que esa no era la vida que ella había imaginado. A los cuatro años Sergio aprendió el camino a casa de su abuela donde acudía a refugiarse cuando Dolores no se encontraba en casa o estaba ocupada. Allí Sergio fue donde realmente conoció lo que un niño de su edad tenía que vivir, le daba muestras de cariño y un buen plato caliente de comida para matar el silencio de las tripas rugiendo por un poco de alimento, y a veces por su cumpleaños o por fiestas importantes podía desenvolver algún modesto regalo que le hacía sacar una sonrisa.
Era un niño alto, aunque muy delgado y flacucho. De pelo rojizo y ojos marrones. Su pelo lo utilizaba para tapar parte de su cara, era tímido y no le gustaba mirar a los ojos, aunque con su abuela, siempre trataba de mostrarse feliz, aunque su ceño fruncido y su triste mirada no conseguían engañarla. A los cinco años comenzó la escuela, desde bien pequeño, sus profesores del colegio público del barrio de Charlestown enviaban notas a casa por los progresos importantes que hacia trimestre a trimestre. A los seis años ya le enviaron un comunicado destacando sus buenas aptitudes en clase, era muy inteligente y avispado. Todo fue gracias al apoyo y respaldo de la abuela, también
Dolores ayudaba en muchas ocasiones con las asignaturas de números, era muy rápida con las cuentas. Estas dos mujeres pusieron gran empeño para que no fuera un chico más del barrio, no querían que fuese como la mayoría de los chicos que habían conocido en el barrio, no tenía que acabar en la cárcel o peor aún, muerto por culpa de un ajuste de cuentas o cualquier pelea entre bandas.
La situación entre sus padres no mejoró, la madre pasaba la mayor parte del tiempo trabajando y cuando el padre regresaba apenas podía salir de casa, el padre pagaba sus malos hábitos la regresar a casa con ella. Finalmente, al cumplir Sergio los siete años, su madre tomó una decisión, iba a desaparecer, no quería seguir con esa vida. La situación límite con las agresiones, malos tratos, infidelidades, del derroche y los problemas económicos, de las ausencias, de las broncas y los enfados... se marchó dejando atrás su matrimonio, incluyendo su hijo. Esa ausencia inesperada le fue ocultada a Sergio ya que por su temprana edad ni su abuela ni Dolores querían hacerle creer que iba a ser un niño abandonado. Le explicaron que su madre tuvo que irse porque le salió un trabajo muy importante que les iba a devolver la felicidad, pero la realidad era que regresó con su hermana a California. Sergio se quedó residiendo con su abuela y su padre, aunque como siempre había sucedido, las ausencias estaban muy presentes.
Durante los primeros años viviendo con su abuela acudía con frecuencia a clase, era un chico listo e inteligente. A los nueve años, una noche recibieron una llamada, su padre había sido encontrado tendido en el suelo a la salida de un bar que frecuentaba a las afueras de la ciudad. La noticia le impactó, pero se la podía esperar, era algo que siempre pensaba. Su infancia había estado marcada por los malos hábitos de su padre e inevitablemente sabía que podía suceder. Para su abuela fue un duro golpe, había perdido a su hijo igual que a su marido. Esto hizo que Sergio tuviera que asumir ciertas responsabilidades que no le correspondían por su edad. El dinero cada vez era más escaso y comenzó a buscar negocios que pudieran ayudarle a llevar algo de comida a casa.
Con diez años ya comenzó a ser más rebelde en clase, a pesar de las conversaciones que tenía con Dolores. Poco a poco fue alejándose de Dolores, cada vez la visitaba menos porque no quería escuchar sus regañinas. Ella sentía que tenia que educarle y le daba sermones para tratar de que no cayera en lo mismo que todos los chicos. Sabía por propia experiencia como solía acabar. Un día, estando en su casa, el vio su cartera, y sin pensarlo dos veces, la abrió en un descuido y cogió 20 dólares. Podía haber invertido ese dinero en comprar comida para casa, sabia de las necesidades de su abuela, pero se acercó a una tienda cerca del colegio y compró la gorra que llevaba viendo en el escaparate día tras día de regreso del colegio. Dolores llamó a Adele y le contó lo sucedido, cuando regresó a casa estaban las dos sentadas en la cocina. Sergio se volvió loco, empujó a Dolores y le echó de casa afirmando que eso que había contado era una gran mentira. Desde entonces nunca más regresó a su casa. Ella desde la distancia trataba de protegerlo, pero sabía que eso podía ser por poco tiempo, no siempre podría ayudarle como ella deseaba.
A los doce años su cuerpo desarrolló y dejó de ser ese niño flacucho que iba con la cabeza baja y mirada triste. En un terreno que había frente a la casa de su abuela, solía matar la rabia haciendo ejercicio con lo que pillaba, por allí se acercaron un día Tyson y
Bill, dos chicos del barrio dos años mayor que él. Con ellos comenzó a compartir ratos y problemas, entre los tres trataron de encontrar solución a sus problemas económicos. Bill y Tyson iban en bicicleta, Sergio se montaba con uno de ellos y así podían llegar a los barrios cercanos. En sus visitas solían hacerse con piezas que encontraban y vendían en su barrio. Al cabo de los meses, ya sabían cómo hacerse con una moto para llevársela en apenas 2 minutos. En un local abandonado que encontraron a 3 mazanas de la vivienda de la abuela de Sergio, solían dejar las piezas y reunirse para venderlas.
Con trece años, el director del colegio tuvo que tomar cartas en el asunto. Sergio apenas acudía a clase, y cuando lo hacia la mayoría de la ocasión terminaba enfrentándose a algún compañero. La abuela sabía que no podía hacer mucho más que hablar con él. Le respetaba, pero eso no era suficiente para hacer cambiar de actitud. Él vivía enfadado, enfadado por la vida que le había tocado vivir y por eso mismo, trataba de luchar para cambiarla.
A los quince años ya había dejado el instituto definitivamente, y los asaltos a vehículos eran cada vez más frecuentes, ya no solo necesitaba el dinero para comer y mantener la vivienda de su abuela, ahora ella estaba enferma y necesitaba cubrir su medicación. Un día se les presentó la oportunidad de robar un coche de alta gama, estaba situado cerca de donde solían moverse, apenas necesitaban 10 minutos para llegar al local y esconderse, pero en esta ocasión se vieron sorprendidos por la policía, alguien dio el aviso y no consiguieron escapar. Bill falleció tras el segundo disparo cuando le dieron el alto, Tyson y él, decidieron parar al ver que su amigo no reaccionaba a sus llamadas de aliento. Este hecho le dejo encerrado en un centro de menores durante cuatro años, a los tres meses de estar encerrado, su abuela falleció.
En este momento el chico de mirada triste, decidió que nunca más volvería a sufrir por nadie más. Se volvió frio, taciturno, distante y sobretodo, desconfiado. Aunque era amable en las distancias cortas, no solía confiarse demasiado, siempre estaba observando todo cuanto tenía a su alrededor.
Durante los años que permaneció en el centro hizo que su físico fuese aún más corpulento. Su 1,80 de altura y sus 95 kilos, hicieron que pudiera sobrevivir los cuatro años sin muchos problemas con los demás chicos del centro. Frecuentemente acudía a coger libros de mecánica a la biblioteca, su pasión por el motor, los nuevos vehículos y su tecnología, hizo que su interés por aprender fuese en aumento.
Con diecisiete años ya parecía todo un adulto, por su comportamiento y actitud, la mayoría de los chicos eran más pequeños que él, tanto en físico como en madurez. No quería que los años allí se multiplicasen, ya le habían sumado 6 meses a la pena que ya tenía. Una pelea que terminó con el otro chico con 12 puntos en la boca y el brazo escayolado había sido la causante. ¿El motivo? Él no lo tenia muy claro, solo escucho algo que, hacía referencia a su madre, y se echó encima de él, no pudo frenarse.
A los diecinueve quedo en libertad, sin tener muy claro a donde ir, finalmente acudió a casa de su abuela. Desde luego, no estaba como la había dejado, pero al menos, tenía donde alojarse hasta decidir qué hacer con su futuro. Durante los años que estuvo fuera el barrio había cambiado notablemente. Habían convertido el terreno que tenía
enfrente de su casa en un parque que reunía a nuevas bandas de chicos que mostraban su pasión por el rap todas las tardes.
Finalmente decidió que aquel seria su lugar hasta tener una profesión que le permitiera tener una vida mejor, quería llegar a conseguir todo lo que la vida le había privado durante los años pasados. Comenzó a frecuentar locales cercanos para sacarse unos dólares como ayudante en la profesión que fuera. Estuvo trabajando desde camarero hasta repartidor de prensa. Odiaba su trabajo como camarero, detestaba ver a borrachos como su padre, era un recuerdo que no quería tener presente.
En uno de los repartos se encontró con la hermana de Tyson, Jacky le contó que su hermano había salido de prisión. Tyson, al ser mayor que él, apenas estuvo unos meses en otro Centro y lo trasladaron a la cárcel. Al salir comenzó a trabajar en una panadería cercana. Fueron juntos a visitarlo. Ver a Tyson fue como sentirse de nuevo en casa. Sabía que podía contar con él. Sergio le contó los años que había pasado encerrados y el fallecimiento de su abuela, Tyson sabia lo importante que era para él y le mostró su afecto. También le contó sobre sus planes, quería poner en práctica los conocimientos que había aprendido en el centro y estaba interesado en formarse como mecánico profesional. Tyson le abrió las puertas a las carreras ilegales, podía acompañarle a las carreras y así tener acceso a los chicos de la ciudad del mundo del motor, poco a poco podría abrirse un hueco y encontrar con quien comenzar a trabajar.
Dos semanas después de su encuentro, tenían su primera carrera callejera. Tyson acudía para sacarse un dinero extra y Sergio para además de acompañar a su amigo, hacer conocidos que pudieran ayudarle en su futuro.
Durante un año, Sergio acudía todos los findes últimos de mes a las carreras que organizaban y donde Tyson competía. Solo en dos ocasiones consiguió llegar de los tres primeros a meta, pero aun así se sentía satisfecho, era feliz compitiendo. La última semana conoció a Tom, un hombre algo mayor que acudía con su moto y una caja de herramientas a cubrir los últimos retoques y puestas a punto que pudiesen surgir, así se sacaba un extra, pero sobretodo le servía para cuidar a sus clientes. Sergio consiguió que le diese una cita, un día acudiría a su taller y tendría oportunidad de mostrar sus conocimientos. Si conseguía pasar las pruebas que Tom pusiera, estaba fichado. Tom quería alguien que pudiera ayudarle, necesitaba cubrir el aumento de clientes que habían surgido tras las competiciones ilegales.
Sergio era un apasionado de los coches asiáticos, sobretodo de los vehículos japoneses. Su trabajo le brindaba la oportunidad de probarlos y le encantaba la sensación de ir a toda velocidad por carreteras vacías, esa adrenalina le hacía sentir vivo. En los diez meses siguientes pudo ahorrar lo suficiente para hacerse con el coche de sus sueños, un Honda Civic Type-r EK9.
Durante dos años Sergio fue la mano derecha de Tom, juntos consiguieron hacerse con el negocio del barrio, siempre surgían nuevos talleres, pero ellos eran los únicos que daban soporte durante las carreras. Sergio se encargaba de acompañar a Tyson y aprovechaba para trabajar. Tom ya confiaba tanto en Sergio que le propuso ser socio, él pronto se jubilaría y no quería dejar su local en manos de alguien desconocido.
Durante estos años, Sergio apenas salía, se dedicaba a trabajar, aprender y en algunas ocasiones compartir escapadas con Tyson, pero no tenía mucha relación con los chicos del barrio. No necesitaba a nadie más que a él mismo para sentirse en paz. A los veinticuatro años, era un chico solitario, su vida y vivencias le habían hecho ser como era, desconfiado y distante con aquellos que llegaban nuevos a su vida. A pesar de todo, estaba en un momento estable, trabajaba en lo que siempre había soñado, ya no tenía miedos ni pesadillas como en los años de adolescente.
Durante los meses de invierno, las carreras estaban muy limitadas, el clima frio, las lluvias y nevadas no permitían que se celebrasen con normalidad. Aquel domingo de enero estaba prevista la primera carrera del año, había una gran suma de dinero en juego. Tyson tenía muchas ganas de acudir, pero había estado lloviendo todo el fin de semana y el asfalto húmedo hacía que las carreras fuesen peligrosas, finalmente la carrera se había aplazado ya que otros dos competidores se habían echado atrás. Sergio y Tyson estuvieron charlando por la tarde sobre el aplazamiento de la carrera, y Sergio se quedó en casa como hacía las veces que Tyson no competía. A las 4 de la madrugada sonó el teléfono, escuchó como Tom le avisaba de lo que había ocurrido en la Avenida principal del Norte. El coche que conducía Tyson, salió patinando por el asfalto hasta dar contra una torre de alta tensión. El choque acabó con la vida de Tyson al instante.
Sergio no pudo reaccionar, no pudo hacer nada por su amigo. Esto le había marcado más que nada anterior, en él tenía su confidente y nadie le podría aconsejar y acompañar nunca más como lo había hecho él. Por primera vez en su vida, decidió que no haría frente a esta situación, se fue a la primera licorería de la calle y compró cuatro botellas de Jack Daniel's, esta acción la repitió por los dos siguientes meses, no respondía a las llamadas de Tom, no abría la puerta, solo bebía y dormía. Un día, Tom no pudo más y decidió que tenía que entrar en su casa, después de estar más de una hora llamando a la puerta, rompió el cristal de la puerta de atrás y entró. Se lo encontró tirado en el suelo, entre botellas y basura, algún vómito de hace días también pudo ver. El olor era imposible de soportar. Decidió meterlo en la ducha, despertarlo y llevárselo a casa. Después de una semana Sergio comenzó a ser persona, estaba más despierto, aún apagado, pero al menos, despierto y consciente, ya era más de lo que había sido durante los últimos meses. Con apenas veinticinco años, Sergio había sufrido lo suficiente como para saber que tenía que salir de donde había sufrido tanto.
Después de varios meses viviendo con Tom y tras varias charlas, decidió que iba abandonar la Ciudad. Le traía demasiados recuerdos que ya no podía seguir soportando, su abuela aún estaba muy presente, la reciente perdida de Tyson, el trágico fallecimiento de Bill, su padre… y su aún ausente madre… le perturbaban y ya no tenía la paz que tanto trabajo le había costado conseguir.
Actualmente, a sus veintiséis años, reside en Vespucci, barrio de San Andreas ubicado en el distrito oeste de la ciudad. Cuando llegó hace un año, con el dinero que tenía ahorrada y lo que había conseguido por la venta de la casa de su abuela, se había comprado una grúa con la que conseguía sacarse un dinero que le permitiese vivir dignamente ayudando a los vehículos que tuvieran urgencias o apuros... luchaba por
conseguir algo de dinero con el que abrir su propio taller... comenzar una nueva vida era su mayor deseo, lejos de donde había sufrido tanto.